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Montreal , Quebec, Canada
Detras de esta página, se encuentra Hollman Leal Gómez, amante de la buena música, de la vida y entusiasta del conocimiento músical.

sábado, 19 de marzo de 2016

De vuelta a la raíz de la grabación musical. De visita en MixArt Studios Montreal.

Por: Hollman Leal Gómez.

Decir que los tiempos cambian no sería agregar nada nuevo a los discursos expresados. Pero en la producción musical, en la grabación de la música es hablar de que las “cosas” se dejaron de hacer como antes.
Adentrarse en el corazón de un estudio como MixArt, en el número 2121 de la calle Hingston, en Montreal, provincia de Quebec, Canadá, en una construcción de dos pisos y un laberinto de grandes y pequeños estudios, es un obsequio al concepto del registro sonoro. Allí se puede confrontar el valor del tiempo, de la música hecha con efectos físicos, más que virtuales o electrónicos como se volvió costumbre en la era del computador.
El primer es piso nos presenta una sencilla recepción con una que otra muestra de equipos, una grabadora de audio con carretes de cinta que ya solo sirve de adorno, un espacio que parece más un restaurante con mesas y sillas empotradas a la pared, nada extraordinario. A pocos metros de allí luego de un pequeño corredor se ingresa al primer estudio una especie de lugar creado para que el piano sea el centro de atención, pues allí un piano vertical Yamaha, está rodeado de todos los micrófonos, evitando que cualquier nota se escape sin ser grabada. Una lámpara, un vibráfono, guitarras horizontales hawaianas, se encuentran en las cuatro esquinas de este irregular cuarto, pues las normas de la acústica obligan que las paredes estén ubicadas de manera que no permitan la reflexión del sonido.

La segunda sala es un estudio totalmente acolchado, con un piso muy suave, que se utiliza para la voz y muy especialmente para las baterías y la percusión. Contra la pared de este cuarto se encuentra un artefacto que semeja un gran colchón de una cama doble, pero totalmente en madera, que contiene una pesada placa metálica, en uno de sus extremos tiene dos conexiones, una de entrada de sonido y otra de salida de sonido, además cuenta con una perilla que se gira e indica los números 1,2,3,4, y representa segundos, esta es la llamada cámara de reverberación utilizada en los años cuarenta en los estudios para darle más profundidad y eco a una grabación, un artilugio de la masterización clásica.
El tercer estudio del primer piso es una gran sala con muchas alfombras en el piso y en las paredes, guitarras, guitarras y muchas guitarras de todo tipo, de blues, de rock, acústicas, eléctricas, hawaianas, junto a teclados analógicos, digitales, clásicos de los años sesentas y setentas, con grandes sofás, como invitando al descanso y a la relajación presentes tal vez porque el espíritu de tranquilidad y el ambiente acogedor es fundamental para que el músico se sienta bien.
Cuartos pequeños en cada uno de los extremos contienen los amplificadores de las guitarras eléctricas y los bajos, pequeños espacios que son aprovechados al máximo. Al fondo junto a la puerta de entrada a este tercer gran estudio, está la ventana que da a la consola central, la que maneja los tres estudios como una torre de control de un aeropuerto, pero antes sobre la ventana reposan las cuerdas y martillos de un armazón de un viejo teclado de los años sesenta al cual no se le consiguieron las piezas de repuesto, es como un esqueleto de una embarcación encallada en la playa, a la cual se le rinde tributo por los tantos y tantos años de avatares, pero en este caso de grabaciones y registros sonoros.
La consola rodeada con luz tenue, invita a la confabulación, a la sensación de aquí está pasando algo serio, secreto, casi oculto en el registro y masterización musical. Una sensación de equilibrio en 24 canales de una consola analógica totalmente, luces, perillas, filtros, amplificadores para darle un tono distinto de sonido, una marca particular, una realización especial a cada álbum. Más sillas y sofás en la parte posterior, para recordar las largas y agotadoras jornadas de grabación.
Luego de atravesar el mismo corredor por donde se ingresó, se sale a unas escaleras que nos llevan a un segundo piso. Allí se encuentra un pequeño estudio para la pos- producción musical, ese proceso de edición y corrección propia de los ajustes en piezas específicas, encontramos nuevamente más bajos y guitarras, antiguas de blues, de Jazz y nuevas de Rock.
Y el inesperado encuentro con la máquina de grabación de cinta de 24 canales, una joya a la hora de hacer los registros con sonido análogo, una de las mejores maneras de grabar música que se mantiene vigente para buscar el sonido natural y real que se manifiesta en cualquier producción. Amarrada a esta máquina se encuentra una consola totalmente analógica también, en esta área no hay computadores para el registro sonoro. Y de nuevo una gran sala para la grabación de agrupaciones completas. Junto a la puerta de entrada se encuentra una sala solo para guitarras y una pequeña oficina donde Boris Petrowski, quien es profesor y socio de este estudio desde hace 30 años, también, realiza sus composiciones para el cine y la televisión, un piano y un computador como elementos de precisión en la elaboración de sus obras.
A la derecha Boris Petrowski, profesor, compositor y propietario de MixArt Studios. A la derecha el autor del articulo.

El recorrido es único, para quien quiere entender por qué la industria sonora está en crisis, pero que crisis, de creatividad?, de producción?, financiera?, de alguna manera son las tres a la vez, es decir mantener un estudio de esta magnitud es un desafío financiero, con artistas que no tienen en cuenta que hacer música de esta manera, tiene un valor mayor en la calidad sonora y de esta manera cada vez son menos los estudios análogos que trabajan con esta tipo de producción sonora, los tiempos son duros frente el estudio hecho en casa con toda la tecnología posible, que permite hacer en el menor tiempo, cualquier grabación y el oyente fundamental que por formación, cultura y desconocimiento ya no es capaz de discernir entre lo normal y lo excepcional.
El reto es grande en tiempos donde la música cada vez es negocio de pequeños grupos que a su vez hacen música para sus limitados seguidores, o los que realizan música en serie cual producto industrializado, hecho de retazos, formulas, estereotipos. ¿Dónde está la verdadera música? En la creación por crear o en el esfuerzo por alcanzar la trascendencia y la calidad.